10.20.2009

After talk


La física nos enseña que la materia y la energía tienden a expandirse o a contraerse. Hace unos años cuando se comenzó a popularizar la danza contemporánea, esta disciplina, nueva en muchos lugares o países hasta la fecha, empezó a expandirse sobre gentes que vieron un modo de satisfacer sus inquietudes artísticas. Hoy, tras algunos procesos y por culpa de la falta de autocrítica y otros errores de estrategia, los resultados han llegado a ser curiosamente tópicos y, de algún modo, terriblemente convencionales.


Andaba divagando, mientras veía la pieza After Talk, que el sistema de producción que sustenta a este tipo de montajes es el culpable de la mayoría de sus virtudes, pero también de sus defectos. Una residencia en una ciudad, luego en otra, invitando a varios colaboradores, que vienen a su vez de sus respectivos destinos. Para encontrarse un rato, en sus agendas, en sus propios procesos creativos, personales. Solos.

Curiosamente en el taller de producción colaborativa HelloWorld! y en las mesas de trabajo del SISMO se ha padecido esta coyuntura. Y se ha hablado de ella, más o menos: producir ¿para qué? ¿o cómo? ¿para ésto?


Escribo ahora, en uno de aquellos espacios donde hace unos años se formuló un teatro antipúblico, áspero, radical. Un teatro donde el que mejor se lo pasaba era el performer. Donde veías que él si sacaba partido de aquello, y en el que de repente tú te sentías como cautivo.


Pero, y yo me pregunto, por qué es tan rara la empatía, por qué solo se encuentra en tus afines. Aquellos que sabes que no se van a levantar, que no van cruzar el patio de butacas, en medio de tu pieza. Por qué entonces, más allá de las formulas de festivales y otros trucos de escaparatismo del marketing cultural, nos asustamos de nuestra poca o nula capacidad de convocatoria.

D.

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