10.20.2009

Flotando


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Me la recomendó Sampedro y un crítico de El País hace tiempo. Sólo pude decir que la vi triste, y me sentí más triste. Desolado.

Creo que debe de ser jodidamente difícil hacer un perfíl de un mito, cuando está a punto de palmar. Cuando todo el mundo tiene ganas de ajustar cuentas, de tirar tu proyecto hacía su versión de los hechos. De hecho, no creo que le hubiese sido muy difícil al adentrarse en lo dramático de su existencia, construir una narración paródica del mito de los dientes rotos.

Let's get lost de Bruce Weber, al final es una obra de arte. Muy bella y trágica, pero una obrita de arte. Suave, melancólica con un blanco y negro, tan apropiado, justo homenaje al cine y la fotografía de los 50 y 60. Por eso, no es Chet Baker el sentido de este documental, sino el documental mismo. Es su hilo conductor, pero el trompetista es esquivo con todos (incluso con el propio director). Su presencia es angustiosamente introspectiva, tambaleante.
Baker sólo sabe ser parco en palabras y en sonrisas. Una figura a la que todos aman y odian a partes iguales, mientras él, sólo quiere seguir flotando. A un palmo del suelo, sobre su viejo Alfa Romeo, con un pico en la vena o sobre un escenario, mientras le sigue susurrando tierno al micro. Siempre flotar. Sin que a nadie le deba importar. A nadie.

Un buen viaje. Una noche sobre un cadillac convertible, fumando, bebiendo, abrazado a dos bellas mujeres. -Grábame si quieres, a mi me da igual, parece decir. Hacia el final de su vida.
D.

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