10.06.2010

Morir

Llegó atónito a mi silla en el curro. Me miro la mano. No tiembla, yo lo hago por dentro.

Hace un minuto una ventana de aluminio cayó ruidosamente a la calle entre dos señoras y yo (a una de ellas le pasó a pocos centímetros), desde un noveno piso de la calle Príncipe de Vergara.

Tras sentir aún como los trozos de cristal me rozaban la espalda, la cabeza, la mejilla, la gente se nos acercó.

Hablé con las dos señoras curiosamente impertérritas. Nos consolamos. Los tres ahora cómplices de haber sobrevivido, un poco más, esta mañana de octubre en Madrid.

Espeluznante.

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