3.15.2009

La naturalidad

No hay nada más destructivo que la gente hablando alegremente de sus cosas de la vida.
No hay nada como que la gente normal, pueda convensar con naturalidad o llaneza.
Entonces surgen las penas, las alegrías y las miserias, que son muchas. Entonces, todo se aclara y la gente se da cuenta de donde están, de que posición ocupan en este mundo.
Todo lleno de humor, de chascarrillos y de retranca.

Una serie, Seinfeld, realizó hace muchos años el gozoso experimento de narrar con naturalidad esas penas y desgracias de la gente normal. Tomar las anécdotas banales de la cotidianidad, subirse a un taxi, a un avión, ir al gimnasio, una cena, el cine, se convertían en las manos de un pequeño y heterogéneo grupo de amigos neoyorquinos en un continuo cúmulo de catástrofes y desgracias en la línea de Jacques Tati o Blake Edwards. Al final, capítulo tras capítulo (y hubo un montón de ellos), se nos mostraba un espacio intemporal donde predominaba una moraleja contante que hablaba del miedo a la madurez, a aceptar a los otros y a afrontar la realidad de la vida.
Duró nueve temporadas, y no continuó más tiempo por la sonada negativa de sus creadores: Jerry Seinfeld y Larry David, que llegaron a rechazar los 90 millones de dolares al año que les ofrecían por seguir trabajando.

Hoy, es un modelo de humor absurdo y perfecto, limpio y banal en apariencia, en realidad es tan caústico y destructivo, que da bastante que pensar en cada capítulo sobre que coño hacemos sobre la faz de la tierra.
D.

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