8.09.2011

Relato a medias




Abro la pequeña puerta roja.Un rollo de cinta de embalar será suficiente.
Voy a la cocina y rescato del eventual abandono a mi última copa de vino.
Bebo su blanco olor asomada a la brisa de uno de los ventanales que observan un patio interior.
El rojo de los visillos acaricia mi violencia.
Llaman a la puerta.
Es ella, recién llegada de L. con su equipaje español y sus bolsas de regalos.
Me acerco y huele mi beso, me alejo y veo en su mirada la felicidad contenida de saber que va a ocurrir.
"Pasa cariño, te ayudo con tu carga".
Dejo que se adelante en dirección al dormitorio, que abra las puertas y se detenga al ver sobre la cama a nuestra acompañante de esta noche: la cinta de embalar.
"Hoy no, estoy cansa..."
Antes de que acabe la frase y el movimiento giratorio de su cuello se encuentra con mi puño en su boca.
El suelo queda moteado. El rojo se escapa entre sus dedos, el equipaje de sus hombros, y la oposición de su cuerpo.
Ya estamos listas para querernos.

Noto el acre sabor de la sangre en mi boca. El dolor no me importa, al contrario me ha puesto en mi sitio.
Pienso que sale demasiado, que fluye mucho, intenso. Pega duro la cabrona.
Ella me mira a los ojos, sabe que ahora es el ser más importante del mundo para mi. Además está bella, morena, su piel brilla,...
Mientras pienso esto, acerca sus labios a mis labios, me besa. Sorbe mi torrente de sangre, empapa sus labios en mi garganta roja, pero sedienta.
Me coje de la nuca con dureza, tirando del pelo. Lo hace para mostrarme orgullosa su cara manchada con mi sangre, como si la hubiese mordido. Ahora se que soy su presa. Ahora se que está borracha.

E. y D.

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