2.14.2009

Correr

Apreté el botón. Me subí veloz en el ascensor. Corrí hacia Alonso Cano. Pasé el mercado, a toda prisa, una pareja se apartó, quizá atemorizada. Era ya medianoche y, aunque los bares estaban abiertos, esta parte de Chamberí es un barrio casi fantasmal a esas horas.
Giré corriendo Cristóbal Bordiú. Me di cuenta de que había olvidado ponerme los calcetines. Llegué al número X.
-Es aquí, es el más vetusto de los tres edificios.
La luz del portal estaba aún apagada. -Volé, pensé para mí, soltando un resoplido. Un coche se detuvo al lado y un grupo ruidoso se apeó.
Empecé a jugar con mi móvil para volverme invisible.
Los chicos ruidosos se dirigieron a llamar al portero automático. La luz se encendió, mi corazón se aceleró. La puerta se abrió, mis pupilas se dilataron.
Eran mucho más hermosas de lo que podía imaginarme. Bajaron la calle cojidas del brazo.
D.

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