10.15.2008

Viaje a Italia


Primero, fue por la vista:
Se enamoró de sus ligas. Cómo era posible que una camarera llevase esa prenda de vestir y además en un bar como aquel. La habló, la llevó a casa y enseguida la convirtió en su esclava.

Segundo, fue por el gusto:
Una vivía en Roma, la otra en Barcelona, y sólo se vieron un par de veces más. A cada visita la esperaba en el aeropuerto, con una cesta llenas finos dulces que cocinaba ella misma.

Tercero, fue por la disciplina:
En el siguiente viaje a Italia fueron a una pequeña casa de su familia en los Apeninos. Ella la zurraba duro y largo. Luego se tomaba la cena sobre la espalda de ella. Probaba tranquila, el maravilloso resultado de horas y horas de cocina con las que su esclava la obsequiaba, y contemplaba el atardecer sobre el cuerpo de su amada a cuatro patas.

Me lo contó, ella, hace unos meses en la puerta del Museo del Prado.
D.

La foto es de Julius Von Der Pahlen

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