10.14.2008

Mi venganza


(...), he escuchado mucho, he leído los creativos anónimos en el baño de hombres de mis colegas de la Sección de Deportes cuando trabajaba en el Comercio y los que alguno se afana por hacerme llegar a este blog. Finalmente es mi turno de hablar:

-me cago en la iglesia.

-me cago en el racismo hipócrita y conveniente que despiden como un olor fétido las habitaciones matrimoniales de la clase media limeña.

-me cago en las mujeres que son cómplices de estigmatizar a otras y en las que se aseguran una pensión vitalicia vía contrato matrimonial y despotrican de aquellas que lo hacen de manera más honesta: en la calle.

-me cago en el machismo que infundió fuerza y precisión en los puños del par de gusanos que se animaron a pegarme. Y sobretodo:

-me cago en los que mandan, aunque los hayamos votado nosotros…porque la elección siempre está entre votar por un subnormal, por un corrupto o coger un puñado de TNT y poner tu nombre en las lista de “Más buscados”.

Pero no, es lo que pienso cuando leo a Virginie Despentes, a quien admiro. Disiento en proponer la violencia como gesto performativo y finalmente político. Creo que es un impulso coherente con la brutalidad a la que nos tienen acostumbrados, pero al formar parte de una generación acorralada durante más de diez años entre el ejército peruano y Sendero Luminoso, me parece que paso. De momento La Revuelta Obscena es parte de mi venganza. No se engañen cuando me vean por la calle, tengo pene, soy más fuerte que una cucaracha posnuclear: el cuadrilátero es mío y en él mando yo.

Hija de puto, salió del armario. Y, de un modo absolutamente brillante.
D.

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