Lost in Sao Paulo

Me olvidé una cosa importante en el Hotel. Bajé de un bote la escalera del centro cultural español (al que acabamos de llegar en taxi desde otra parte la ciudad) con la intención de darme un paseo de ida y vuelta para recuperarla. A los pocos metros de recorrer la calle, me di cuenta de que lo insensato que era lo que estaba haciendo.
Sin mapa, sin ningún punto de orientación, irremediablemente me perdí a los tres minutos por el barrio de Higienópolis. Me angustié un poco, como cuando en la feria perdías un momento el contacto visual con tus padres... Pero, no quise volver mis pasos atrás.

De repente, encontré un hipermercado entre los omnipresentes bloques caja de cerillas que se llamaba Madrid y tenía el escudo del oso y el madroño. Míra tú por dónde: el negocio de algún indiano, pensé.

Al poco, vislumbré al final de una enorme avenida un lejano y extraño edificio que conocía de antes, pues me impresionó al pasear cerca de él esa misma mañana.
¡Ja! Una señal. Ya sabía donde estaba...

Por la tarde y con los deberes hechos, esta ciudad nos mostró su verdadera personalidad polimórfica, pero sobre todo abierta, abierta: Festival de dj's en el Centro Cultural de Sau Paulo (uno de los espacios sociales más populares y a la vez de mejor calidad que he visto jamás).
Duelo de breakdance, luego de una cena en restaurante vegano dentro de una okupa de juguete, verbena salchichesca y callejera con vigilantes de pinganillo en el oido subidos a andamios, más policia y cacheos en la puerta, fiesta rapera en un local de salsa friki (el Sambarilove) donde probé la especialidad local: Carga Electrica. Bebida servida en vaso de plástico a base de guaraná, martini y pepermint, con un inconfundible sabor a Listerine y que sienta como una punción lumbar...

De noche, ya en la habitación del hotel con el estómago retorcido, me dedicaba a tirar de la cadena una y otra vez, para observar como giraba el agua en sentido contrario al irse por el retrete. Raro, raro.
D.