Mira tú por donde...
El chico de ayer
Cuando llegué a la estación de Atocha con la vida comprimida en una maleta el 19 de agosto, sólo conocía a dos personas entre los seis millones que corren sobre y bajo el suelo de la capital.
A una de ellas me la encontré por pura lotería en el metro y me invitó a comer. En los postres, puso encima de la mesa su corazón reventado en 20.000 piezas de puzzle. Pero, torpemente, sólo supe juntar cinco o seis.
Poco después me dijo que habíamos encontrado piso, me cedió la habitación más grande, me ayudó a montar la cama, me convirtió un mueble horrible en armario, me enseñó a moverme por Madrid caminando y tomando. Y he saboreado intensamente cada regalo, paladeándolo a pequeños sorbos, aprendiendo a disfrutar dando placer.
Le confieso que estoy enamorada y responde que él pasa del amor pero no le creo ni una palabra. Y no hay prisa, porque voy a seguir cerca de él cuando deje de estar triste.
Visto a través de sus ojos es así.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio