1.15.2009

Las lesbis que vivían en mi chichi

Este es un cuento que empecé a escribir hoy. Todavía no lo termino, pero les adelanto que tiene final feliz ; )

Dedicado a Tina, nuestras vecinas buenorras y a toda la gente que folla con las cortinas abiertas.

Todo empezó hace alrededor de un año. Lo sé, porque coincide con la última vez que me acosté con un hombre. Me me acosté y tuve sexo, se entiende. Quisiera poder decir que tengo demasiada clase para entrar en detalles a cerca de quien tuvo el honor de ser el último varón en penetrarme, o de si fue o no un buen polvo, pero la verdad es que iba pedo y sólo recuerdo algunos detalles curiosos. Sé que a duras penas había conseguido bajarle la cremallera y que estaba a punto de chupársela cuando me dí de bruces con sus huevos. El tipo la tenía torcida hacia la izquierda, como si alguien le hubiera dado una bofetada bien fuerte. Su polla, por así decrilo, me había esquivado. Recuerdo también que mi primera reacción fue inclinar un poco la cabeza, por si acaso se tratase de una cuestión de perspectiva (de más cuestionar la lógica de un borracho). En síntesis, no cabía la menor duda de que su polla se orientaba drásticamente hacia el Este. Mi coño, salvo por el incidente aislado que les quería comentar, es más bien bastante corriente. Un coño hospitalario, ni muy justo ni muy blando. Un coño, por así decirlo, proletario. No será dificil para vosotros llegar a la conclusión de que aquel último polvo heterosexual fue uno, más allá de bueno malo, más bien tirando a raro. A mi me cuesta un poco llegar al clímax en etado de ebriedad, pero mi compañero iba ya de camino cuando nos morreabamos en el portal. Se como fuere el tío se corrió dentro mío. Gauy, pensaba yo mientras, por fin podré ponerme a dormir la mona. Empezaba a sentirme adormecida y laxa cuando sentí una extraña agitación allá abajo. Ya se lo que estaís pensando: ladillas. No. Era algo más bien dentro, algo que se movía.
Madre mía, en mi vida había experimentado nada semejante, era como si tuviera algo vivo dentro. Le pedí al tío de la polla torcida, muy amablemente, que se marche y apenas quedé a solas cojí un espejo y me pusé sobre él de cuclillas. (...)
Lée el cuento completo en HdP.
D.

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