9.10.2013

La puerta



Hoy pensaba: Leer a Magris me está haciendo bien. Es como un buen amigo, reposado, sensato, culto. Sabes que puede irse, que debe irse. Tendrá su vida, sus cosas que hacer, pero mientras, lo disfrutas. Otros escritores se quedan o no llegan nunca a estar a tu lado, con él intuyes que en cualquier momento puede levantarse de la mesa, despedirse y marcharse cruzando la puerta hasta otro agradable encuentro.

Claudio es un viajero cultivado, capaz de leer los signos, de descifrarlos. Saco tras su lectura que cuando viajamos, lo hacemos de un modo sumiso o de un modo rebelde. Yo prefiero el segundo, escabulléndome todo el tiempo de lugares erróneos, del espanto, de la tribu,...

Acá en Taiwán, los signos me confunden (aún) y me hacen resaltar lo extraño, lo anormal: Nosotros.
Los extranjeros aquí son siempre hombres de 40 años, como si mi reflejo se escapase de un espejo sombrío. Decrépitos, aparentando ser lozanos, vagando torpemente, aspirándose a reciclar en un país de jóvenes y bien formados ciudadanos.

Vuelvo a mi país en una semana y pienso como me espanta España en el sentido de que la edad es un problema. Somos demasiados viejos, demasiados viejos jóvenes, demasiados jóvenes con actitud de viejos.

El drama viene ahora, cuando aquellos viejos deben empezar de cero. Ojalá podamos llegar a aprender, a cambiar, a mejorar en algo.

Ojalá, podamos cruzar esa puerta.
D.

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