11.11.2012

Pesadilla de país



En apenas tres ediciones hasta la fecha de este post, Pesadilla en la Cocina se ha convertido en un referente en el mundo de los realities televisivos. Llegando a ser algo más allá de la edición local de un exitoso programa anglosajón. Curiosamente, la clave no es la perfecta emulación de su rentable homólogo, sino la coincidencia con una situación y contexto muy precisos: la España del final del Pelotazo.

El programa inglés, que llegó a tener una versión en restaurantes de los Estados Unidos, se basaba principalmente en la mala leche de su carismático chef  protagonista y, sobre todo, en el abuso que éste hacía de un lenguaje políticamente incorrecto, entre el Sargento de hierro eastwooniano y un carnicero del mercado de Spitalfields. Parecía como que a la audiencia le ponía el abuso desproporcionado de desparpajo soez que  rozaba el sadismo, y en cada capítulo la gracia estaba en ver si algún cocinero víctima le acaba por soltar dos hostias.

En el caso de nuestro deslenguado país, la gracia no está en el lenguaje, ni mucho menos en los insultos, salsa de todos los diálogos, sino en la pasmosa coincidencia de la emisión con la crisis de un país a la deriva.

En realidad, Pesadilla en la cocina no interesa por su partenaire patrio, Alberto Chicote (puro cocinero de raza hispana sin ademanes de gran chef), lo que atrapa es que nos pone en la encrucijada de las sendas que llevan o al taller de reparaciones o al desguace. Para ser más exactos, este programa es un manual de como reciclar el capitalismo del pasado, para transformarlo en uno nuevo en el que no se cuenta más que con uno mismo o en la ayuda más o menos milagrosa de un ente superior (en este caso un canal de televisión). Además de revelar el absoluto desprecio hacia los clientes, los cuales no parecen pintar nada, y se muestran como meros figurantes (si no lo son) que asienten o niegan según dirige el cotarro el chef en cuestión. Metáfora afortunadísima de la posición de la mayoría de los españoles en los últimos 30 años: el clientelismo.

El Señor Chicote viene a ser como una las navideñas apariciones de Mister Scrooge que nos recomienda por las buenas o por las malas que urge pasar por el taller de reparaciones al medio país que decidió un buen día montar un restaurante o un bar. Reciclar para no desterrar a aquellos buscadores de fortunas, advenedizos del fogón sin formación, ni ganas de trabajar. Atraídos por el dinero fácil que chorreaba en raciones de gambas, gintónics premium y paletilla ibérica.

Pesadilla habla de como rescatar para volver a dirigir hacia el capitalismo triunfante la pasada burbuja gastronómica. Una que ha llenado de platos cuadrados los locales de nuestras ciudades para intentar sacarnos un poco más el dinero.

D.
www.tinapaterson.com

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