12.07.2009

Bultos

Desde hacía semanas la gente por la calle le parecían bultos. Objetos inertes, que giraban lentos, torpes, convirtiéndose en obstáculos para su paso. Joder.

Andaba mucho, se lo había aconsejado el médico:

- No te quedes en casa, y menos cuando te tomes la medicación, sal a la calle.
Apenas le miraba.
- Que te de le aire. Ya se que es invierno, y hace frío. Pues, bufanda, guantes. Y mira, ... a lo mejor....
- No, no voy a volver a montar en bici.
- Ya.

Andaba, pues. Paseos largos de una punta a otra de la ciudad.
Se cruzaba con la gente apretada en la parada del tranvía, con la salida de centro comercial.
Llegada hasta los árboles, a los campos. Allí respiraba el aire fresco que por esas época del año venía del norte. Las nubes, grandes como buques cruzaban veloces el cielo.

Por error, el paseo despistado por el borde del canal le llevó al estadio. Hacía 2 años que no volvía por ahí. Desde aquella mañana.
No retrocedió, y se adentró por entre el aparcamiento vacío.
Un club juvenil entrenaba velocidad en pista. No eran demasiados, las proximidad de las fiestas navideñas habría mermado el grupo y el gran estadio estaba para ellos solos.

Se quedó allí, sentado, toda la mañana. Miró con atención sus equipaciones, sus técnicas, sus caras de esfuerzo sobre las bicis.
Él había competido hacía unos pocos meses, pero aunque aguantó el tirón, al llegar al hotel se le rompió el alma. El dolor le atoró la garganta, la cabeza se le fue.
Decidió no volver al ciclismo, jamás. Nunca jamás.

Regresó a casa paseando.
El atardecer duró poco y de nuevo la noche se apoderó de las calles de Gante. Cenó un perrito en un puesto callejero, mostaza, patatas. Llegó a casa. Encendió la televisión. Tomó su cinturón, hizo un nudo con él en la lámpara. Se subió a una silla y se quitó la vida.
D.

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