2.25.2009

El sentido


Hace un año crucé el desierto, atravesé una de las fronteras más duras de occidente, sacado a empujones con ayuda de la pobre gente, vagué por la ciudad colonial apestado y confuso, viajé por el mar durante más de diez horas saltando entras las olas que chocaban sobre un barco sólo habitado por mi, un hombre de barba y cuatro televisores encendidos y sin embargo mudos, tomé un autobús lleno de gentes de subían con fardos hacia el norte y que aterrizaba en un Madrid de madrugada y bullicioso, aunque lleno de seres fantasmales que no hablaban, caminé hasta mi casa brumosa, me duché, para volver, casi sin tiempo, a la misma estación, para alojarme en otro autobús e ir mucho más al norte y ver como el paisaje se volvía ocre y verde, los bares tenían tortilla de patata humeante como la niebla en los valles donde el aire era fresco y húmedo, para llegar a donde estaba ella, abrazarnos y amarnos.

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