2.26.2008

Ruina

Durante mucho tiempo pensé que la indiferencia era el indicio de la máxima desesperación. Una desesperación surcada por la amputación de una parte de uno. La mejor. Se conserva una imperfección que nos paraliza. Nos ciega. Nos encierra. Ahora me pregunto si ese estado no exige una determinación más fuerte aún que el odio. Si no es, en realidad, la mayor violencia que se puede ejercer contra los otros mediante un extremo dominio de uno mismo. Una pasión fría, encerrada en ella misma porque no tiene objeto... No lo sé. Y además qué importan las explicaciones. Nunca cambian en nada los hechos.

Malika Mokeddem, Sueños y asesinos. Destino.
La desesperada visión del exilio argelino, una novela que me llegó vía minimono.

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